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El terreno de la memoria
Eduardo L. Espinosa
UAM-X

La exposición de Oweena Fogarty “Zona de Contención. Culturas en Resistencia” nos pone en el terreno del trabajo artístico con la memoria, que la fotógrafa hace con fineza intelectual y una apertura de su arte hacia el concepto y la búsqueda con el cuerpo.

Una vez más estamos en el campo de la performance y el arte soportado en el dominio de las culturas de resistencia en la edad poscolonial. La experiencia se convierte en la materia con que la creadora genera la imagen que se nos abrirá el sentir, la contemplación y el hacer con los significados. La aproximación de la vivencia es la que rebusca en la memoria y la motiva a generar la percepción propia de la creación, representación que sintetiza conocimientos, conciencia de sociedad e historia, y sentido crítico para enfrentar los discursos ideológicos dominantes.

En el trabajo con la memoria la artista se acoge a una lógica práctica, que podría describirse en términos de lo que Rothberg ha llamado una multidireccionalidad de la memoria. Durante el acto de recordar ocurren una serie de  transferencias dinámicas entre sitios y tiempos diversos. Hay una yuxtaposición que no podemos decir que sea síntesis, pero sí esfuerzo de completamiento de lo que se quiere evocar, que, en el sentido bastideano, es un esfuerzo psicomotor, que no separa en el trabajo experiencial la mente y el cuerpo. Aquí el dualismo no funciona. El cuerpo de la artista sirve como una "pantalla memoria"  en términos freudianos para ocultar/ develar el acontecer trágico/traumático que no puede ser comprendido directamente por la consciencia.

La imagen resulta de la performace. Ésta es el trabajo que permite la realización de ese esfuerzo sicomotor con que la experiencia explota la cantera de la memoria, trabajo que siempre se está haciendo, incluso allí donde la artista anda visualizando y sintiendo con la lente. Ella parecería estar tras los hechos, en pos del dato, a la búsqueda del testimonio. Pero los que la hemos visto con su cámara, ella más que una toma, lo que hace es desplegar aliento de vida propia y de los otros, con la que se ha de ensamblar con la potencia de la memoria. Ese alineamiento de energía es el que actúa como una fuerza que atraviesa los campos de resonancia histórica para establecer flujos de comunicación con aquellos acontecimientos negados por los discursos ideológicos dominantes. La creatividad radica en eso, en un desencadenamiento de energías de la significación en el plano del sentir y la mundología, para romper la barrera simbólica que pone a las verdades de la memoria en contradicción con las verdades de la historia oficial.

Con esta movilización de vitalidad, la artista presta su visión para señalar con la energía tomada de los valores de los ancestros, una larga estela de violencia y desolación que proviene desde la intervención (de EE.UU de 1846-48) y continúa con los sucesivos traumas históricos que ha vivido México. Tal como los sanadores experimentan a las deidades antiguas en su regreso vívido en los ritos que las evocan, la artista les presta su cuerpo para llamarnos la atención sobre la necesidad de limpiar el mal que subyace a los fenómenos de masacre y horror que vivimos hoy. Este trabajo espiritual, despliegue de fuerzas del pasado que se montan sobre la creadora, es el mensaje venido de la profundidad de la memoria para con estas imágenes alentarnos a vivir.

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